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Ven a dar un paseo por las sendas celestiales, recorriendo la vida de los santos.
En la viña del Señor abundan almas humildes que amaron a Dios en silencio. Hoy, 27 de noviembre, recordamos sus nombres deseando aprender de sus virtudes. En esta fecha veneramos a la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa y a numerosos santos y beatos cuya fidelidad marcó su tiempo.
Entre ellos destaca un obispo célebre por su caridad y respeto hacia quienes no compartían su fe, en una época donde los judíos eran duramente rechazados por muchos cristianos. Nació en el sur de Francia en el siglo VI y, tras abrazar la vida benedictina y ser ordenado sacerdote, fue enviado a pastorear la diócesis de Carpentras. Su vida estuvo marcada por la austeridad, la predicación fervorosa, la cercanía con los enfermos y la atención espiritual del pueblo.
La región donde ejerció su ministerio tenía una fuerte presencia judía desde la antigüedad. Su labor pastoral incluyó la construcción de iglesias y la revitalización espiritual de las comunidades cristianas. Murió el 27 de noviembre antes del año 541 y su santidad fue reconocida rápidamente por el pueblo, extendiéndose su culto por Provenza. Sus reliquias se conservan con gran veneración en la catedral que él mismo fundó.
El contexto histórico, sin embargo, estuvo marcado por tensiones entre cristianos y judíos. Desde los primeros siglos, leyes eclesiásticas buscaron limitar la convivencia entre ambos grupos, y con el tiempo esta separación derivó en persecuciones, expulsiones y discriminaciones especialmente severas en la Edad Media. Aunque la Iglesia enseñó oficialmente la protección del pueblo judío —como lo expresó el papa Gregorio Magno—, la realidad histórica estuvo llena de errores que siglos después serían reconocidos con humildad.
La tragedia del Holocausto impulsó una profunda reflexión dentro de la Iglesia, que culminó con el Concilio Vaticano II y el documento Nostra aetate, donde se condenó firmemente el antisemitismo y se reafirmó la herencia espiritual compartida entre judíos y cristianos. A partir de entonces surgieron esfuerzos constantes de diálogo, reconciliación y cooperación, especialmente impulsados por el papa Juan XXIII y el papa Juan Pablo II, quienes recalcaron la dignidad del pueblo judío y su papel como “hermanos mayores en la fe”.
La oración del Viernes Santo recuerda la vocación universal de salvación y el profundo respeto hacia el camino espiritual del pueblo de Israel. Así, la Iglesia continúa esforzándose por vivir el Evangelio desde la acogida, la reconciliación y el amor fraterno, reconociendo que el deseo de Cristo es que todos seamos uno.
San Sifrido de Carpentras Ruega por nosotros.
By Hermanas Trovadoras de la EucaristíaVen a dar un paseo por las sendas celestiales, recorriendo la vida de los santos.
En la viña del Señor abundan almas humildes que amaron a Dios en silencio. Hoy, 27 de noviembre, recordamos sus nombres deseando aprender de sus virtudes. En esta fecha veneramos a la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa y a numerosos santos y beatos cuya fidelidad marcó su tiempo.
Entre ellos destaca un obispo célebre por su caridad y respeto hacia quienes no compartían su fe, en una época donde los judíos eran duramente rechazados por muchos cristianos. Nació en el sur de Francia en el siglo VI y, tras abrazar la vida benedictina y ser ordenado sacerdote, fue enviado a pastorear la diócesis de Carpentras. Su vida estuvo marcada por la austeridad, la predicación fervorosa, la cercanía con los enfermos y la atención espiritual del pueblo.
La región donde ejerció su ministerio tenía una fuerte presencia judía desde la antigüedad. Su labor pastoral incluyó la construcción de iglesias y la revitalización espiritual de las comunidades cristianas. Murió el 27 de noviembre antes del año 541 y su santidad fue reconocida rápidamente por el pueblo, extendiéndose su culto por Provenza. Sus reliquias se conservan con gran veneración en la catedral que él mismo fundó.
El contexto histórico, sin embargo, estuvo marcado por tensiones entre cristianos y judíos. Desde los primeros siglos, leyes eclesiásticas buscaron limitar la convivencia entre ambos grupos, y con el tiempo esta separación derivó en persecuciones, expulsiones y discriminaciones especialmente severas en la Edad Media. Aunque la Iglesia enseñó oficialmente la protección del pueblo judío —como lo expresó el papa Gregorio Magno—, la realidad histórica estuvo llena de errores que siglos después serían reconocidos con humildad.
La tragedia del Holocausto impulsó una profunda reflexión dentro de la Iglesia, que culminó con el Concilio Vaticano II y el documento Nostra aetate, donde se condenó firmemente el antisemitismo y se reafirmó la herencia espiritual compartida entre judíos y cristianos. A partir de entonces surgieron esfuerzos constantes de diálogo, reconciliación y cooperación, especialmente impulsados por el papa Juan XXIII y el papa Juan Pablo II, quienes recalcaron la dignidad del pueblo judío y su papel como “hermanos mayores en la fe”.
La oración del Viernes Santo recuerda la vocación universal de salvación y el profundo respeto hacia el camino espiritual del pueblo de Israel. Así, la Iglesia continúa esforzándose por vivir el Evangelio desde la acogida, la reconciliación y el amor fraterno, reconociendo que el deseo de Cristo es que todos seamos uno.
San Sifrido de Carpentras Ruega por nosotros.