La convención del Partido Liberación Nacional -huelga decir, la única que tendremos de cara al próximo proceso electoral- navega por aguas tormentosas, que no son más que condiciones adversas similares en las que navegan los partidos políticos tradicionales incluidos, por supuesto, los socialdemócratas.
El PLN es la agrupación política histórica de la Costa Rica moderna, sobre la cual gravitó en importante medida el desarrollo de nuestro Estado desde la segunda mitad del siglo pasado.
Lo que sucede hoy en esa agrupación es más estructural que los dimes y diretes, las acciones políticas inoportunas y las narrativas altisonantes de unas primarias absorbidas por el protagonismo de uno de los aspirantes (el diputado Gilbert Jiménez) convertido en el eje cuasi central del juego, para beneplácito de los adversarios verdiblancos.
Volviendo a la socialdemocracia, hay que recordar que junto con las corrientes democristianas, apuntalaron el fortalecimiento del Estado costarricense con muchas de sus virtudes, pero también con los inevitables desgastes y vicios derivados del ejercicio del poder. Y no es posible ya vivir de las glorias del pasado, sobre todo cuando se exhiben severas deficiencias en la generación de ideas para el proyecto país que urgimos, podríamos decir que desesperadamente, en momentos de tanta incertidumbre, confusión, polarización y exaltación del populismo.
Hoy los costarricenses más apáticos respecto del reconocimiento de las bondades de la democracia señalan que las instituciones de los tres poderes de la República les han quedado debiendo y que no responden a sus expectativas y necesidades. Y esa factura se la trasladan a los tres partidos que han gobernado. El que más, obviamente, el PLN.
De allí que la convención partidaria de abril será, sí o sí, un punto de inflexión.
Para analizar estos tópicos conversaremos mañana con el politólogo Gustavo Araya Martínez.