Resulta que la primera fase del procomunismo en Iberoamérica se está disfrazando de catolicismo o de humanismo, pero a medida que avanza va revelando su esencia anticristiana. El primer paso ostensible para acercar a Iberoamérica a la influencia marxista se dio en la junta de presidentes en Panamá en 1956 al no condenar conjuntamente esa doctrina, sino a las "dictaduras". Bajo esa palabra convencional masónica los rojos designan a las fuerzas anticomunistas o las que cooperan con ellos. A las dictaduras bolcheviques les llaman "democracias populares".