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Juan David Betancur
[email protected]
Había una vez un sacerdote muy reconocido en toda la región que se había separado de la sociedad y se había recluido en lo alto de un monte. El sacerdote había jurado seguir los lineamientos de su religión y especialmente aquel que le obligaba a cantar un Mantra sagrado en su interior sin que nadie lo escuchara.
El sacerdote había dedicado gran parte de su vida a promover las buenas costumbre entre todos aquellos que lo escuchaban y a crear una comunidad de discípulos que lo acompañaran en su propósito.
Después de muchos años, había llegado a su monasterio un discípulo con gran interés en reemplazarlo cuando el muriera. El discípulo estuvo muchos años al servicio del maestra hasta que un día se acercó y le dijo.
Maestro te he servido durante muchos años como el más fiel de tus discípulos, en todos estos años a tu lado nunca he podido escuchar tu Mantra sagrado. Ya estas viejo y pronto podrás morir. Te pido que me susurres el Mantra sagrado para seguir yo tus pasos en este mundo.
El maestro que sabía que este día llegaría, lo miro con dulzura. Le dijo.
Hijo mío, te podre revelar el mantra sagrado, pero he de advertirte que dicho mantra tiene ante si una carga muy grande para un ser humano.
El discípulo postrado ante su maestro le dijo.
Maestro yo sabre soportar la carga, tal y como he soportado estos años en el monasterio. Déjame conocer tu mantra.
Antes de susurrarte el mantra debes saber que no podrás nunca revelarlo a nadie.
Porque no Maestro.
Porque este Mantra sagrado hará libre a todo aquel que lo repita. Además su cerebro se expandirá a tal grado que las verdades entraran a su alma y el sufrimiento desaparecerá de su vida. Tal y como yo he vivido el que lo conozca la vivirá.
Muy bien Maestro comprendo. Pero que me pasaría si por intensión u omisión yo rebelara el Mantra sagrado.
El maestro sonrió y le dijo.
De ser así perderías tu alma y serias condenado a vivir fuera de la montaña y vagarías por el mundo sin rumbo fijo.
El discípulo miro al maestro a los ojos y le dijo.
Maestro confía en mi. Yo sere el indicado para guardar tu Mantra secreto.
El maestro de nuevo sonrió y sin decir ninguna otra palabra. Comenzó a cantar el mantra para que su discípulo lo pudiera repetir y aprender.
Aquella noche el discípulo sintió la necesidad de salir del monasterio sin decirle al maestro. Tomo un caballo y bajando por la penosa falda de la montaña llego al pueblo más cercano.
Allí se dirigió inmediatamente al centro de la plaza y haciendo tocar las trompetas del pueblo convoco a todos y cada uno de los habitantes diciéndoles.
Yo soy el aprendiz del maestro que vive en las montañas y he de traerles un mantra que los hará libres y felices.
Luego sin mediar más palabras comenzó a gritar con toda su energía el mantra para que todos los habitantes del pueblo lo pudieran oír y aprender.
El pueblo entero lo escucho y todos y cada uno de ellos comenzó a cantar el mantra y todos y cada uno comenzaron a sentir la felicidad y la libertad que este Mantra ofrecía.
Luego dándose vuelta, el discípulo caminó por la calle hacia la puerta principal del pueblo y allí tomo el camino de la vergüenza que lo llevaba bien lejos de la montaña, el templo y su maestro.
En el pueblo había varios discípulos del maestro que presenciaron la escena y después de conocer el mantra y repetirlo fueron a ver al maestro por ultima vez para informarle lo que había sucedido.
Le contaron que el discípulo predilecto había ido al pueblo y como en el centro de la plaza había revelado el secreto mejor guardado del monasterio. El mantra secr
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Juan David Betancur
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Había una vez un sacerdote muy reconocido en toda la región que se había separado de la sociedad y se había recluido en lo alto de un monte. El sacerdote había jurado seguir los lineamientos de su religión y especialmente aquel que le obligaba a cantar un Mantra sagrado en su interior sin que nadie lo escuchara.
El sacerdote había dedicado gran parte de su vida a promover las buenas costumbre entre todos aquellos que lo escuchaban y a crear una comunidad de discípulos que lo acompañaran en su propósito.
Después de muchos años, había llegado a su monasterio un discípulo con gran interés en reemplazarlo cuando el muriera. El discípulo estuvo muchos años al servicio del maestra hasta que un día se acercó y le dijo.
Maestro te he servido durante muchos años como el más fiel de tus discípulos, en todos estos años a tu lado nunca he podido escuchar tu Mantra sagrado. Ya estas viejo y pronto podrás morir. Te pido que me susurres el Mantra sagrado para seguir yo tus pasos en este mundo.
El maestro que sabía que este día llegaría, lo miro con dulzura. Le dijo.
Hijo mío, te podre revelar el mantra sagrado, pero he de advertirte que dicho mantra tiene ante si una carga muy grande para un ser humano.
El discípulo postrado ante su maestro le dijo.
Maestro yo sabre soportar la carga, tal y como he soportado estos años en el monasterio. Déjame conocer tu mantra.
Antes de susurrarte el mantra debes saber que no podrás nunca revelarlo a nadie.
Porque no Maestro.
Porque este Mantra sagrado hará libre a todo aquel que lo repita. Además su cerebro se expandirá a tal grado que las verdades entraran a su alma y el sufrimiento desaparecerá de su vida. Tal y como yo he vivido el que lo conozca la vivirá.
Muy bien Maestro comprendo. Pero que me pasaría si por intensión u omisión yo rebelara el Mantra sagrado.
El maestro sonrió y le dijo.
De ser así perderías tu alma y serias condenado a vivir fuera de la montaña y vagarías por el mundo sin rumbo fijo.
El discípulo miro al maestro a los ojos y le dijo.
Maestro confía en mi. Yo sere el indicado para guardar tu Mantra secreto.
El maestro de nuevo sonrió y sin decir ninguna otra palabra. Comenzó a cantar el mantra para que su discípulo lo pudiera repetir y aprender.
Aquella noche el discípulo sintió la necesidad de salir del monasterio sin decirle al maestro. Tomo un caballo y bajando por la penosa falda de la montaña llego al pueblo más cercano.
Allí se dirigió inmediatamente al centro de la plaza y haciendo tocar las trompetas del pueblo convoco a todos y cada uno de los habitantes diciéndoles.
Yo soy el aprendiz del maestro que vive en las montañas y he de traerles un mantra que los hará libres y felices.
Luego sin mediar más palabras comenzó a gritar con toda su energía el mantra para que todos los habitantes del pueblo lo pudieran oír y aprender.
El pueblo entero lo escucho y todos y cada uno de ellos comenzó a cantar el mantra y todos y cada uno comenzaron a sentir la felicidad y la libertad que este Mantra ofrecía.
Luego dándose vuelta, el discípulo caminó por la calle hacia la puerta principal del pueblo y allí tomo el camino de la vergüenza que lo llevaba bien lejos de la montaña, el templo y su maestro.
En el pueblo había varios discípulos del maestro que presenciaron la escena y después de conocer el mantra y repetirlo fueron a ver al maestro por ultima vez para informarle lo que había sucedido.
Le contaron que el discípulo predilecto había ido al pueblo y como en el centro de la plaza había revelado el secreto mejor guardado del monasterio. El mantra secr