Hoy se nos invita a levantar la mirada y a contemplar a Jesús, Dios y hombre verdadero, sentado a la derecha del Padre. Él es Dios, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Y Él, que se hizo hombre encarnándose en el seno de la Virgen María, ha elevado nuestra condición humana a una dignidad impensable: somos hijos de Dios en su Hijo amado. De este modo, el Señor que asciende al Cielo nos abre la puerta de la vida eterna. Benedicto XVI decía que: «En Cristo elevado al Cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios». ¡Qué amor tan grande el que tiene Dios por nosotros!