Vivimos en un mundo que constantemente nos dice que la felicidad se encuentra en tener más: más dinero, más éxito, más placer, más reconocimiento. Sin embargo, esta "felicidad" que ofrece el mundo es frágil y pasajera. Basta con que algo falle —un problema económico, una enfermedad, una pérdida— y esa aparente alegría se desmorona.