Las madres no son perfectas, pero cuando caminan con Dios, se convierten en instrumentos poderosos de su amor. Son sembradoras de fe, pilares de paciencia, y portadoras del consuelo divino.
Hoy, demos gracias a Dios por las madres que oran, enseñan, luchan y aman. Que su ejemplo nos inspire a vivir una fe auténtica, diaria y firme, como la de ellas.