"Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Estas palabras de Jesús no son una carga imposible, sino una invitación amorosa a vivir a la altura de nuestra identidad como hijos de Dios. En un mundo que aplaude la mediocridad espiritual, Cristo nos llama a más: a la plenitud del amor, a la madurez en la fe, a la santidad en lo cotidiano. La perfección cristiana no es una meta lejana para unos pocos, sino el camino de todos los que desean seguir a Jesús con el corazón entero. Con el Padre José Jesús del Inmaculado Corazón y la Santísima Trinidad.