Qué difícil es conocer a alguien que se interese por Dios. Me refiero en este viejo continente de Europa, porque es todo lo contrario en casi cualquier otra parte del planeta. Aquí sin embargo su nombre parece que es un tabú. Si te guardas tu opinión para ti mismo no importa, por supuesto. Ahora bien, si expresas tu fe en público ¡vas a tener un problema! Muchos creyentes creen haber encontrado la solución por sí mismos y a ellos se les llena la boca de las grandes cosas que hacen por Dios. El texto bíblico que veremos a continuación, sorprenderá a muchos de ellos. Nos muestra lo poco que importa lo que hacemos nosotros, especialmente en comparación con lo que ya hace por nosotros Dios. La diferencia es enorme. Tan grande como la propia diferencia entre la religión y el evangelio. Los creyentes tenemos muchas veces poco interés en la oración. Podemos entender su valor por supuesto pero a la hora de la verdad vemos que nos cuesta un gran esfuerzo. En parte porque oramos mal, claro. El texto de hoy nos ayudará a entender el valor de recuperar la oración, en su sentido original, como una forma de afirmarnos en las promesas de Dios. Aprendemos a orar respondiendo positivamente a su palabra, más que intentando torcerle el brazo a Dios.... Podcast de Jose de Segovia sobre Segundo libro de Samuel, Cap. 7 18-29