La vida nos enseña lo predecibles que somos las personas. Todos hacemos lo que hacemos, por nuestro propio interés. Esto ha sido así desde el principio de los tiempos. Las crónicas de la antigüedad nos muestran siempre a los reyes esperando un momento de debilidad en el vecino para lanzarse sobre él y arrebatárselo todo ¿verdad? Sólo nos guía nuestro propio interés y por eso las promesas de Dios en la Biblia nos parecen demasiado bonitas para ser ciertas. Juzgamos a Dios de la misma forma que juzgamos a uno de nosotros mismos. La misericordia que muestra Dios no tiene sentido para nosotros. Las buenas noticias sólo se usan entre nosotros para engañar. Cuando alguien tiene una buena noticia pensamos automáticamente en una conspiración. El texto que veremos hoy nos muestra no solo la bondad de Dios, sino también nuestra propia incredulidad y la locura que hace falta para que ignoremos esa bondad.... Podcast de Jose de Segovia sobre Segundo libro de Samuel, Cap. 10