Hoy, en estos temas acerca de lo que sabés de Misiones, tu
provincia, nos referiremos, por supuesto de manera muy breve, a un historia de
por sí extensa y cargada de los más diversos aspectos como lo es la colonización de la provincia y, es
este caso, la colonización alemana,
una de las tantas corrientes inmigratorias que llegaron a Misiones y sobre la
cual existen, por suerte, muchos y muy buenos trabajos escritos y publicados.
Se trata de una historia, como todas las referidas a la
colonización, que se refiere al desarraigo, a la adaptación a una nueva tierra
lejana del país de origen, y cruzada, siempre, por el dolor, el miedo, la
incertidumbre y la nostalgia sobre las que, a fuerza de valentía y
perseverancia, se fueran imponiendo la esperanza, el arraigo, y más tardíamente,
Herman Müller, en su trabajo titulado “Gringo”, referido a
esta colonización altoparanaense, nos dice: “Si aquellos emigrantes hubiesen
sabido lo que les esperaba, nunca se hubiesen atrevido a efectuar semejante
paso, y si les hubiese sobrado algún dinero para el viaje de regreso muchos de
ellos se habrían decidido por esa opción; pero no les quedaba otra que
“Los bichos, el clima subtropical y las enfermedades
alevosas; sin techo que los protegiera; bienes muebles expuestos a la
intemperie; sin cama donde dormir; asearse en aguas del arroyo; el próximo
vecino a muchos kilómetros de distancia y solo con la ayuda de un machete
accesible. Este fue el comienzo, en un país con un idioma que no dominaban, con
las costumbres tan distintas a las que entonces hubiesen tenido.
Después de quince años de haber llegado los primeros colonos,
las chozas fueron sustituidas por casas de madera edificadas sobre cepos para
que entre la tierra y el piso les fuera imposible anidar a los roedores y
En el patio algunas gallinas dormían en un árbol, unos cerdos
en el chiquero y, muy importante, un caballo, imprescindible para atravesar el
monte por las picadas o uncido a un carruaje
para transportar personas o materiales.
río arriba un barco de vapor para suministrar a los pobladores lo que la
tierra roja no producía: harina, azúcar, sal, clavos alambre, botas alpargatas,
hachas, serruchos y machetes. Este barco amarraba en un lugar que denominaban
puerto, pero que no era más que un banco de arena que desaparecía con la
Así vivían en plena selva lo alemanes que eran oriundos de
distintas provincia de ese país. De vez en cuando la llegada de algún barco
culminaba en una sorpresa que consistía en la llegada de una carta de la tierra
lejana, y de esta alegría no sólo participaban los familiares, sino los vecinos
y amigos que recordaban con nostalgia la tierra que dejaron.
En el detallado y vívido trabajo de Müller se
puede apreciar lo que fuera la épica de trabajo y esfuerzo de aquellos
inmigrantes. Por eso afirma: “aquellos que superaron las circunstancias
desfavorables y que con gran afán lograron, después de muchos años, un modesto
bienestar, merecen nuestro reconocimiento. Ellos han hecho de esta región, la
hoy pujante provincia de Misiones.-