En esta segunda parte del mensaje, estudiamos sobre la profundidad en la obra del Espíritu Santo y de Jesús en la salvación del creyente. A partir del mismo pasaje, pudimos resaltar que aquellos que han sido elegidos según la presciencia de Dios Padre también son santificados por el Espíritu con un propósito claro: obedecer a Jesucristo y ser rociados con Su sangre.
Estudiamos que la salvación no es solo una elección eterna, sino una transformación presente, en la que el Espíritu aparta al creyente del mundo para consagrarlo a Dios. Esta santificación produce obediencia real y viva, como fruto de haber sido limpiados por la sangre de Cristo.