“Cuando estoy sobre mis rodillas, Cristo estará conmigo un tiempo. Él me atraviesa por los valles más bajos. Por eso digo sí,

yo digo, ‘¡Él es bueno conmigo!’ ¡Jesús es bueno conmigo! ¡Él salvó mi alma! ¡Él me libró! Él llevó mis pecados al Calvario. Su

Palabra es verdad. También Su amor. ¡Él es bueno conmigo! Cuando mi vida sobre la tierra se haya acabado, y el rostro de mi

Señor yo vea, Él dirá: ‘Bien has hecho, mi fiel siervo.’ Yo gritaré y diré, ¡oh, mi Señor! ¡eres bueno conmigo!”. Estas son algunas

líneas de un canto escrito por un ministro amado de La Iglesia de Dios, Bill Dixon, que ya ha partido con el Señor. Él escribió

estas palabras como una expresión de agradecimiento a Dios. Su vida y sus palabras fueron testigos de lo bueno que el Señor

fue con él, rescatando su vida, salvando su alma, dándole de nuevo su salud, permitiéndole predicar la Palabra, y tantas otras

cosas. Cada vez que cantaba este canto su voz se llenaba de emoción, obviamente recordando una y otra vez las bendiciones

y las obras milagrosas del poder de Dios. En el Texto Áureo, David habla igual de esta verdad. Él muestra atención al hecho de

que Dios no solamente es bueno y misericordioso, Él suministra abundantemente, aun hasta sobreabundar.