Mozart escribió “La flauta mágica” al mismo tiempo que su inacabado Requiem. El genio de Mozart podía con todo, pasaba de un tema a otro sin ningún problema aún siendo ambos proyectos tan diferentes.
En ese momento Mozart ya no recibía tantos encargos de la corte de Viena pero, un encuentro fortuito en la logia masónica a la que acudía con regularidad con su viejo amigo y colaborador Emanuel Schikaneder, actor y director de un compañía de teatro, propició que ente ambos decidieran sacar adelante una ópera alemana.
Aunque al principio Mozart no estaba muy contento con el tema, un cuento mágico que había propuesto su colega, todos sus temores se vieron diluidos por el éxito del estreno y el entusiasmo del público.