El mito de Narciso y Eco nos sumerge en una trágica historia de amor no correspondido y consecuencias divinas. Eco, una ninfa parlanchina, fue castigada por Hera a solo poder repetir las últimas palabras que escuchaba, debido a su hábito de distraer a la diosa mientras Zeus se ausentaba en sus amoríos. Más tarde, se enamoró perdidamente del apuesto joven Narciso, quien, según la profecía de Tiresias, viviría muchos años si nunca llegaba a conocerse a sí mismo. Sin embargo, Narciso, de naturaleza fría, rechazó a Eco, quien, consumida por el dolor y la tristeza, se desvaneció hasta que solo quedó su voz, que aún hoy resuena en las cuevas y rocas. La némesis de Narciso llegó cuando, mientras cazaba, se inclinó a beber en una fuente de aguas cristalinas y quedó cautivado por su propio reflejo. Incapaz de apartarse de su imagen, fue perdiendo sus fuerzas y su vida, y en el lugar donde yacía, brotó una hermosa flor con el centro azafranado y pétalos blancos, que lleva su nombre.