Capitán Pada y sus Monitos

Reseña - Ready Player One

04.21.2018 - By Pista GalgodromoPlay

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Este contenido incluye spoilers

@eseauto

elinstadepada

Steven. Es el señor de los premios y las nominaciones. El que todavía, a sus 71 años, cuela sus películas al Oscar y a los Globos de Oro. El que toma extractos de historias reales en las cuales ve la necesidad de que sean contadas.

Steven es el serio. El que le marca a Tom Hanks y a Meryl Streep, los cuales aceptan inclusive antes de que termine la llamada. Porque... es Steven, obvio. El que desde La Lista de Schindler tomo posesión del cuerpo del hombre de Cincinnati y poco a poco fue convirtiéndose en el artista principal.

Es entendible. Es como pedirle a Café Tacvba que, a los 50 años de edad, sigan componiendo canciones de chacota como La Ingrata o La Chica Banda.

Pero el sacrificado fue Spielberg. Ese que apenas y se asomó hace dos años en The BFG, y que desde el 2011, narrando las aventuras de Tintin había desaparecido. El que prefirió quedarse en la silla de productor para las siguientes entregas de su mundo jurásico y de los Transformers.

Fue una carta de amor a su cine quien despertó al Spielberg hibernando.

Fue The Rolling Stones covereando “Like a Rolling Stone” de Bob Dylan.

Fue el llamado de un fan. De nombre Ernest Cline, quien publicó su primera novela en el 2011, bajo el nombre de Ready Player One.

Sólo una obra llena de magia, referencias, romance y aventuras pudo coquetearle a Spielberg para regresarlo a la silla desde la cual hizo historia y transformó al mundo. Fue Cline, a través del personaje principal, Parzival, quien como en aquellas fantasias animadas de ayer y hoy, usó su admiración y conocimiento de la cultura del entretenimiento para convertirla en una manita hetérea que salió del pay de manzana en la ventana, viajó varios kilómetros y le cosquilleó la nariz para decirle: “ven... regresa a casa”

Sí. El que Spielberg dirigiera Ready Player One era desbloquear un nuevo nivel del mundo geek.

Sin embargo, no le pidamos a Spielberg que innove. Porque ya lo hizo, porque ya no necesita demostrarle nada a nadie, y porque, al igual que Steven, lo hará de la manera que ya sabe. Contando una historia prácticamente lineal, con cámara y fotografía que funciona y cumple, con actuaciones que, si acaso, están bien dosificadas por el mencionado director. En donde sí se nota que hay un aprendizaje de Spielberg, es en la interpretación del villano Sorrento, quien no se convierte en un maloso que suelta carcajadas, como aquellos que él mismo vivió y le tocó construir, sino que está moderado, ad hoc con las más recientes interpretaciones de la maldad personificada en humanos.

Otro riesgo latente, y bien resuelto, fue decidirse por talento joven y emergente para prácticamente la mayoría de los papeles, y no recurrir a las figuras con las que trabaja siempre, de las cuales ya les mencionaba por lo menos dos, para entonces no realizar una película cómoda, que si de por sí, por las razones que ya explicaba.

Llevar Ready Player One a la pantalla grande no iba a ser sencillo, a pesar de que el libro prácticamente era una audición para que terminara en otro medio de entretenimiento. Y sí, al ser una adaptación, era bastante probable, como siempre pasa, que su traducción al lenguaje audiovisual no fuera idéntico. Pero nunca imaginamos qué tan diferente. Tan sólo el pasaje de The Shining está creado completamente para la película, por citar sólo un ejemplo, y la cinta se queda corta en la construcción del romance entre Wade y Art3mis, por mencionar otro.

Sin embargo, el miedo de todos aquellos que conocíamos la obra original era: ¿cómo podrán incorporar tantas referencias y personajes? ¿cómo conseguir los permisos tanto visuales y sonoros de todo aquello que se menciona página tras página? La buena noticia es que lo logra, porque desde los primeros avances, Ready Player One nos advertía que, si el trailer lo pausabamos una y otra vez para ver qué más alcanzabamos a notar, la película iba a ser la más grande obra llena de dulcesitos jamás realizada. La mala es que, hace trampa.

Sí, con filtros, como el morado que se usa en la discoteca, se evita el tener que iluminar y colorear a cada uno de los personajes que se encuentra en segundo o tercer plano. Está bien, lo entiendo, supongo que, aún en este 2018, no hay tecnología, o más bien, presupuesto, que te alcance para delinear a cien, mil o un millón de personajes que aparecen en los 140 minutos de duración.

Y la otra mala, es que, en la música, se queda corto. Ahí sí, valdría la pena haberle dado una revisada a obras recientes como Baby Driver o Stranger Things, para aprender a convertir las canciones nostálgicas en personajes completos, y no sólo en temas que entran, se quedan unos segundos y se van a fade out, como si se tratara de noticiero de AM.

Habrá quien quiera darle lecturas subterráneas a Ready Player One, fijándose en aspectos como la decadencia de vivir en trailers unos sobre otros, el escapismo que refleja Oasis o la ambición de las corporaciones. Bueno, tampoco es que sean temas nuevos, y lo peor, es que son temas que ya están allá afuera, literal.

Por eso, hay que ver Ready Player One simplemente como lo es. Como la gran aventura que antes sólo era posible en videos hechos por fans y posteados en YouTube juntando a sus personajes favoritos. Pero con la novedad de que esto sólo es un adorno que transita en paralelo, mientras que la historia principal es divertida, es emocionante y es tan cariñosa, que nos trajo a Spielberg, de regreso.

Si quieres conocer todos los Easter Eggs de Ready Player One, revisa esta reseña en su formato podcast.

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