En la Iglesia hay misterios y los vivimos sin agobios. Tenemos una cierta conciencia de que las cosas de Dios nos superan, que Él nos trasciende. No somos capaces de comprenderlo todo. Dos misterios importantes son el de la Trinidad, el misterio del Dios uno y trino, y el de la Eucaristía, la presencia de Jesús en el pan y en el vino.