Una charla tranquila y cotidiana con mamá en torno a los elementos que forman un día lleno de alegría.

Visualizar un día perfecto no es un ejercicio de escapismo, sino una forma de regreso. Regresar a lo que somos cuando nada nos distrae. Un día perfecto revela nuestros deseos más sinceros: la sencillez, la calma y lo que de verdad importa.
Si imaginas la persona que quieres ser, el trabajo que te haría sentir en paz, las manos y las voces que querrías cerca, la vida —de algún modo misterioso— empezará a conducirte hacia allí. Por eso es esencial detenerse y preguntarse: ¿cómo sería mi día perfecto?