La ANSIEDAD produce en nosotros desesperación, frustración, impotencia, nos roba la capacidad de disfrutar la vida y de pensar con claridad.
No nos gusta sentir que las cosas se salieron de nuestro control, pero es bueno porque es justo ahí cuando Dios nos dice: - "Oye, recuerdas que yo estoy aquí? DELÉITATE en mí, que yo tengo el control, tú disfrútame a mi que de las peticiones de tu corazón me encargo yo."