Las formas de entretenimiento clásico, véase radio y televisión, llevan años lidiando con una competencia cada vez más variada que les ha reducido su impronta en la sociedad a mínimos históricos. Y con ello, sus ingresos, la pasta, el vil metal.
Uno de los que más ha hincado el diente en la tarta es Youtube. Los Youtubers de diverso pelaje arrastran más audiencia que muchos de los programas de ese arcaico “prime time”.
Pero el Estado viene al rescate. Un auténtico giro de guión. Un cambio de plano en toda regla.