1 Samuel 17:24-32:
(Por favor leer en su biblia.)
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¡Estamos comenzando en una de las partes más emocionantes de la Biblia! En los siguientes capítulos vamos a leer mucho contenido lleno de aventura, suspenso, drama y emociones.
Después de que David se convirtió en el escudero de Saúl y el que calmaba su alma perturbada con la música, David volvió a aparecer en el momento en que el pueblo se enfrentaba en el campo de batalla con el filisteo más famoso de la Biblia: un gigante llamado Goliat. El pueblo estaba lleno de temor porque este hombre los amedrentaba día y noche. Así son los temores, van aumentando de tamaño cuando los dejamos controlar nuestra mente y no los confrontamos.
Existen muchas lecciones que podemos sacar de este capítulo, pero quiero que observemos la reacción del hermano mayor de David. Mientras todos estaban escondidos y aterrorizados, David llegó, enviado por su padre, a llevarles provisiones a sus hermanos. Al ver al gigante, David reaccionó como cualquier hombre de fe, que conocía las promesas del Señor, diciendo que Dios pelearía con él porque la batalla es del Señor. También sabía que si alguien maldecía al pueblo de Dios, Dios lo iba a eliminar.
Al ver su hermano mayor que David comenzó a hablar con indignación hacia el gigante, viéndolo como poca cosa, y con contundencia declarando que ese gigante no era nadie importante, él acusó a David de arrogante y maldadoso. Lo reprendió por haber hablado así. Para el hermano, David era un imprudente malicioso, pero David realmente estaba viendo al gigante con otra perspectiva, diferente a la de su hermano y los demás soldados. Mientras todos veían a un gigante invencible, David lo veía como alguien que se podría eliminar fácilmente, pues estaba retando a Dios mismo al maldecir al pueblo de Dios.
Ese mismo error se cometen en muchos hogares. Cuando algún miembro del hogar dice algo que el otro no está de acuerdo, uno de ellos comienza atacar con acusaciones y adjetivos que desestiman la inteligencia y la forma de pensar del otro. Desestimar es mostrar poca estimación hacia una cosa por considerarla poco importante.
En vez de dialogar y debatir las ideas con objetividad y tranquilidad, escuchando y hablando con respeto, comienzan a ofender con palabras atacando a la persona, no sus opiniones.
Tengamos cuidado con usar actitudes del pasado, o peor, insinuar actitudes que realmente no concuerdan con la personalidad de la persona atacada.
Evitemos acompañar las palabras con un "siempre” o un “nunca" como: "tú siempre te equivocas" o "nunca me prestas atención". Estas palabras hacen que unos errores o algunos hábitos sean eternos en nuestro parecer. No es posible que alguien "siempre se equivoque" o "nunca preste atención". Más bien digamos: “Últimamente te estás equivocando en este asunto. Debemos hacer algo al respecto para no caer en el mismo error” o "Ultimamente no me estás prestando atención; quisiera que busquemos la forma para que me dediques un momento donde me prestes completamente tu atención”.
Las palabras denigrantes tienen un efecto nefasto. Los que escuchan pueden asumir que la acusación es correcta y pueden formar una idea errónea de la persona que está siendo atacada.
Eliab, posiblemente, sentía celos de David, pues siendo el menor, fue ungido como rey en vez de él, trabajó en la corte real y fue escudero del rey. Eliab acusó a David de arrogante y malicioso, actitudes que la Biblia no menciona del comportamiento de David. Al contrario, la gente que lo conocía decían que David era un hombre “valiente, hombre de guerra, prudente de palabra, de buena presencia; y el SEÑOR estaba con él", como lo notamos en el capítulo anterior. Eliab estaba desacreditando las virtudes de David con palabras ofensivas, distorsionando el carácter de David.
Espero que esta lección nos enseñe a tener cuidado de no ofender a alguien con...