Grecia sin mar no es Grecia. Y un mar sin naufragios... pues tampoco es mar. Hoy los barcos con peor fortuna nos llevan de puerto en puerto, contándonos historias de estribillos pegadizos y de soldados haciendo chocar sus espadas en el fragor de la batalla. El viaje es tan azaroso que nos despega un poquito de la lengua griega, pero os aseguro que el rodeo merece la pena.