No es novedad que desvariamos pero que al final encontramos el camino del humor, o al menos una senda que nos lleve a ese camino. Pisamos fuerte y hablamos de vendehumos y gente que te vende el tónico de la felicidad. Al final, como siempre, nos damos cuenta de que somos unos vagos. Pero ser vago no tiene por qué ser malo.