ABRAM JACKSON: Las flores azules y blancas en la esquina inferior derecha de esta pintura nos dan una pista del motivo de su inspiración. Wiley se inspiró para la pose de esta figura en una pintura de Tiepolo —artista italiano del siglo XVIII— de una historia sacada de la mitología clásica. La obra representa la muerte de Jacinto, un joven mortal que, al morir, fue transformado en flores por el dios Apolo, quien lo amaba.
La pintura de Tiepolo está llena de otros detalles que Wiley decidió dejar fuera: arcadas clásicas y estatuas, imágenes de querubines y dioses. Su cuestionamiento de las formas, los simbolismos y la importancia de los héroes de la pintura se remontan a su infancia en Los Ángeles.
KEHINDE WILEY: Descubrí a los grandes maestros de la pintura cuando visitaba la biblioteca y los jardines Huntington, en Los Ángeles. Esas antiguas colecciones tienen retratos increíbles de nobles terratenientes, aristócratas, aquellas personas con pelucas empolvadas, y perros falderos y perlas, todos esos símbolos de poder que parecían tan distantes. Pero, al mismo tiempo, la maestría técnica de las pinturas era tan buena que me atrajo.
Así que, desde una muy temprana edad, he tenido este tipo de fascinación por la naturaleza bombástica de los retratos, así como su sentido de esplendor retador y sin inhibiciones. Eran tan orgullosos y atrevidos que lucían su lujo con descaro. En verdad que me recordaron algunas de las actitudes por las que el hiphop fue criticado en sus comienzos: la naturaleza estridente, los golpes de pecho grandilocuentes.
Lo que amo de ser artista es que puedes colonizar el espacio: eres capaz de entrar por esa puerta y decidir reorganizar los muebles. Lo que quería hacer era tomar el lenguaje de la pintura de caballete clásica occidental europea y encarnar ese lenguaje, ser capaz de posicionar a gente como yo dentro de ese campo de poder.
ABRAM JACKSON: Nuestra siguiente parada es la escultura de bronce de un joven postrado que se agarra la cabeza.