Que las plataformas de streaming monitoreen las visualizaciones de sus suscriptores puede servir para sugerirles contenidos que puedan encajar con sus gustos o, si el canal tiene el pulmón necesario, para crearlos de 0.
Pero ¿qué pasa cuando se trata de contentar a la mayoría? Que si no se hace bien, se corre el riesgo de que el producto resultante, de tan homogéneo, no tenga ningún interés.
Pues eso le está pasando a Netflix.