La queja enferma no sólo el corazón sino también el cuerpo. Pero tiene un gran antídoto en la gratitud. Jesús, siendo el dueño del universo, vivió una vida de constante gratitud y nos enseña el poder que se encuentra en ella.
La queja enferma no sólo el corazón sino también el cuerpo. Pero tiene un gran antídoto en la gratitud. Jesús, siendo el dueño del universo, vivió una vida de constante gratitud y nos enseña el poder que se encuentra en ella.