La sociedad, un montón de criaturas sin alma que nunca ven entre sí, desde pequeños se les enseña que ser bueno es un ejemplo a seguir, pero al crecer este concepto poco a poco va desvaneciéndose, dejando solo un cascaron terco y egoísta acumulado en grandes conjuntos llamados sociedad, yo sin embargo, no soy como los demás.
Mi nombre es Paul y durante toda mi vida jamás me importo formar parte de este mundo de seres atorrantes e engreidos, debido a mis ideas poco populares, siempre termine siendo el chico raro, el extraño que nadie recuerda su nombre, la oveja negra podría decirse, nunca trate de encajar con nadie, ni tampoco me interesaba, es más, nunca había tenido ni un solo amigo o novia.
Por eso fue sorpresa para mí, cuando a mis 34 años de edad conocí a una mujer que si bien era como las demás, había algo en ella que llamó mi atención desde el inicio, nunca supe qué fue eso que me atrajo en primer lugar, pero sí que logró hacer que mis días y mis noches fueran mucho más felices, un sentimiento de alegría y serenidad nunca antes visto, invadía mi cuerpo al ver su sonrisa. Luego de un tiempo, cuando decidí dar un paso más adelante e ir a vivir a su casa, supe notar que era muy distraída y eso me parecía tan tierno, ver como buscaba sus anteojos que claramente tenía en las manos no tenía precio, yo nunca le decía donde los tenían porque me gustaba ver como los buscaba desesperadamente por toda la casa, aunque era desordenada, siempre trataba de limpiar todo de manera que ella no lo notara, aunque admito que veces se daba cuenta y ella pensaba que era su madre, pobre señora, sufre de alzheimer y nunca recuerda haber limpiado la casa.
Una noche ambos habíamos ido al cine y a decir verdad no estaba tan interesado en ir, solo fui porque ella quería ir a ver una película de terror, pensé que había sido en vano el que haya ido, el género de terror no era tanto de mi agrado y además había una pareja sentada al frente mío que no paraba de hablar, un desastre.
Cuando salimos, había decidido ir para mi casa pero vi como unos tipos empezaron a seguir a mi amada, eran dos hombres completamente borrachos que la hicieron correr hasta una calle que no tenía salida, obvio no iba a quedarme de brazos cruzados mientras veía como estos vagos intentaban abusar de mi chica, mientras veía como este mundo me volvia a arrebatar algo que amaba.
Así que me abalance sobre ellos, le desfigure la cara a uno y el otro corrió asustado al ver como hice sangrar a su amigo, me sentí mal por ellos, pues creí que había sido demasiado haberle dado esos últimos golpes al sujeto tirado en el piso, pero mis dudas fueron desvanecidas cuando mi mujer, con una felicidad absoluta me abrazo, me dijo que era su héroe, su protector. Me pareció un poco empalagoso, como era de esperarse de ella, le dije que no era nada, aunque por dentro estaba saltando de la alegría, ya que al fin había encontrado ese momento oportuno, esa oportunidad perfecta que siempre había estado esperando… para presentarme.