2 Samuel 17: Dios desbarata los planes de los malvados.
2 Samuel 17:11-14:
Aconsejo, pues, que todo Israel se reúna contigo, desde Dan hasta Beerseba, tan numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y que tú en persona vayas a la batalla. Entonces iremos contra él en cualquier lugar donde se encuentre y caeremos sobre él, como el rocío cae sobre la tierra. Y no dejaremos vivo a él ni a ninguno de los hombres que están con él. Y si se retira a alguna ciudad, todos los de Israel llevaremos sogas a esa ciudad, y la arrastraremos hasta el arroyo, de manera que no se encuentre allí ni siquiera una piedrecita. Entonces Absalón y todos los hombres de Israel dijeron: —El consejo de Husai el arquita es mejor que el consejo de Ajitofel.
El SEÑOR había determinado que el acertado consejo de Ajitofel se frustrara, para que el SEÑOR hiciera caer el mal sobre Absalón.
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En el capítulo anterior vimos a un rey David cabizbajo, humillado, confundido. Pero también lo vimos confiando en la soberanía de Dios, esperando a que el Señor se apiade de él.
David tenía una gran idea: enviar a algunos de sus fieles servidores para que se infiltren en grupo que estaban siguiendo a Absalón y lo estaban aconsejando.
Unos sacerdotes y unos funcionarios de David se infiltraron entre los consejeros de Absalón. Uno de ellos fue Husai, que dio una mejor idea que la de Ahitofel. Los dos eran consejeros sabios que aconsejaban al rey David, pero Ahitofel lo traicionó siguiendo a Absalón.
Absalón iba a sufrir las consecuencias de sus actos. Absalón rechazó el consejo de Ahitofel, que era el plan perfecto para derrocar completamente a su padre David, matándolo solo a él y así el pueblo lo seguiría completamente. Pero Dios encegueció a Absalón porque Dios no estaba con él.
Esta es una lección donde podemos ver que el malvado, por más sabio e inteligente que sea, no va a prevalecer contra un hijo de Dios, arrepentido, humillado y confiado en el Señor como lo era David.
Dios había permitido que David sufriera las consecuencias de sus malas acciones, pero Dios amaba a David porque reconocía sus errores y se arrepentía, y Él no iba a dejar que David pereciera en manos de su hijo que estaba actuando con maldad, arrogancia y sin el temor de Dios.
Absalón pensó que podía burlarse de Dios, que reinar sobre Israel era como reinar sobre cualquier pueblo. Absalón ignoró la Palabra de Dios, la ley, sus mandamientos. Pensó que todo lo podía adquirir con su astucia y carisma. Pensó que como Jacob, podía siempre ganar en los negocios. Pero la diferencia es que Jacob se apegó con toda su fuerza a la presencia de Dios, luchó contra el ángel del Señor para que lo bendijera, y Dios lo cambió transformándolo en una nueva persona. En cambio, Absalón pensó que podía hacer todo a su manera, ya que tenía muchos hombres sabios y fuertes que lo estaban rodeando y apoyando.
Es por eso que Dios comenzó a desbaratar poco a poco el éxito de Absalón hasta darle el castigo por su arrogancia. Y Ahitofel no soportó que Absalón ignorara su consejo, se quitó la vida.
¡Nadie que se ponga en lugar de Dios podrá prosperar!
Salmos 1:5-6 dice: “Por tanto, no se levantarán los impíos en el juicio ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque el SEÑOR conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos perecerá.”
Tal vez los malos tengan tiempo para disfrutar de sus acciones malvadas, pero Dios nos enseña que todo lo que el hombre siembre, eso va a cosechar. Cuando alguien quiere dañar a uno de los hijos de Dios, Dios se manifiesta y los defiende, y poderosamente comienza a desbaratar sus planes.
Más adelante veremos la vida de Amán, quien quiso destruir a los judíos pero sus planes, que parecían perfectos, fueron desarmados por Dios. Al final, él fue el que sufrió la muerte.
También los gobernadores compañeros de Daniel quisieron destruirlo...