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2 Samuel 2: Actuando con modestia y humildad, no con jactancia.
2 Samuel 2:1-7:
Después de esto aconteció que David consultó al SEÑOR diciendo: —¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá?
El SEÑOR le respondió: —Sube.
David volvió a preguntar: —¿A dónde subiré?
El SEÑOR le respondió: —A Hebrón.
Entonces David subió allá con sus dos mujeres: Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel. David hizo subir también a sus hombres que estaban con él, cada uno con su familia; y habitaron en las aldeas de Hebrón. Entonces vinieron los hombres de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá. Informaron a David diciendo: “Los hombres de Jabes, en Galaad, son los que sepultaron a Saúl”. Entonces David envió mensajeros a los hombres de Jabes, en Galaad, y les dijo: “Benditos sean del SEÑOR, porque han hecho esta bondad a Saúl su señor, y le han dado sepultura. Ahora pues, que el SEÑOR les muestre misericordia y verdad. Y yo también les haré bien por esto que han hecho. Y ahora, fortalezcan sus manos y sean hombres valientes; porque ha muerto Saúl su señor, y la casa de Judá me ha ungido rey sobre ellos”.
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Ayer vimos que David fue un hombre que honró a su rey hasta la muerte, a pesar de que no era de gran ejemplo. David era un hombre que quería agradar a Dios en todo y amaba su Palabra, por eso era tan estricto con respetar a sus líderes, y es muy probable que tenía en cuenta la Escritura en la ley que dice: "No blasfemes nunca contra Dios, ni maldigas al jefe de tu pueblo." (Éxodo 22:28 NVI).
Es por eso que aquí vemos a David reaccionando de forma admirable cuando escuchó lo que hicieron por Saúl y sus hijos los de Jabes de Galaad. Ellos no estaban buscando que les dieran gloria ni andaban anunciando sus hazañas. No vinieron a David para buscar su favor como lo hizo el amalecita del capítulo de ayer. Sin embargo, las acciones heroicas, buenas y justas hechas sin egolatría como las de los de Jabes, recorrieron la región y llegaron a oídos de David, que sintió mucha admiración por ellos y envió mensajeros para que los felicitaran y los honraran por esa labor. También los animó para que tomaran una decisión y fueran parte del gobierno del nuevo rey de Judá.
La Biblia nos enseña a que seamos prudentes al hacer las cosas por Dios. Que lo que haga nuestra mano derecha, no lo sepa la izquierda; que no seamos presuntuosos, jactanciosos sino humildes y modestos. Jesús dijo que cuando nos inviten a una fiesta, que no busquemos los primeros lugares, que no busquemos ser exaltados sino que sean otros que nos llamen y nos invitan a sentarnos en las primeras sillas, que sean otros que vean tus obras y las aclamen, pero que no seas tú.
En la vida terrenal este principio no funciona, pues en la tierra muchos buscan la manera para destacar sobre otros y lo hacen de muchas formas y maneras. En cambio, con Dios es diferente. Mardoqueo fue exaltado aunque quisieron destruirlo, Daniel fue exaltado aun cuando fue acusado falsamente, el pastor David fue reconocido ante la multitud como alguien valiente aunque su padre no lo veía así, y muchos personajes bíblicos que Dios vio su gran obra y fueron justificados por ellas.
Cuando somos parte de una familia, es hermoso poder hacer cosas para ellos. Ayudarlos, proveerles, servirles, y aportar siempre para el bienestar y la felicidad de ellos.
Aunque parezca que no estás siendo valorado o no ves el fruto inmediato, a su tiempo recibirás la recompensa de tus nobles acciones. Por ejemplo, la Biblia dice, en Proverbios 31, que la mujer sabia y prudente será alabada por su esposo e hijos. También dice que el hijo sabio alegra al padre y los que honran a sus padres tendrán larga vida.
En estos días donde el núcleo familiar es menospreciado y es visto como una carga en vez de una bendición, no paremos de hacer buenas obras, pues a su...