El mil millonario ruso camino de aquí a la eternidad
Él es Dimitri Itskov. Un hombre de negocios ruso multimillonario de 35 años de edad que decidió aparcar su vida de empresario para dedicarse a una tarea trascendente: la inmortalidad. Justo eso. Y lo hace con tiempo, aún jóven, porque tiene la firme determinación de conseguirlo para él y para el resto de los seres humanos. Su objetivo es lograr, mediante la investigación sobre el cerebro humano, trasladar la mente de una persona a un ordenador. Romper los límites físicos y biológicos de nuestro cuerpo mortal, partiendo de la idea base de que lo que somos está alojado en una parte de nuestro cuerpo exclusivamente: el cerebro. Todo lo demás es temporalmente prescindible y sustituible.
Bien. Un millonario ruso. Un excéntrico. Seguro, pensareis. Pretende alcanzar la vida eterna. Está convencido de ello, según sus propias palabras, al 100%. Él explica que lo que pretende es transferir la personalidad de un ser humano, de un cuerpo deteriorado a otro “nuevo”.
El científico respetable
Y para ello ha contratado a un doctor, Randal Koene, responsable del proyecto en busca de la inmortalidad, bautizado como proyecto Avatar. El doctor Koene, neurocientífico con experiencia como investigador en el Centro para la Memoria y el Cerebro de la Universidad de Boston, defiende que su jefe no es un loco, sino un visionario, ya que lo que pretende no es imposible, aunque sí extraordinariamente difícil.
Pero sí pensáis que estos dos son tal para cual, un par de descarriados de la ciencia que tontean con la idea demiúrgica de convertirse en dioses creadores, sin llegar a ser más que un par de doctores Frankensteins de pacotilla, no son los únicos que, desde dentro de la comunidad científica están buscando las claves para convertirnos en virtuales matusalenes.
La científica española
En nuestro propio país hay visiones aparentemente más realistas, basadas en ciencia ya conocida y que parten del mantenimiento de nuestro propio cuerpo, a través del uso de terapias genéticas y similares. Suena extraño, pero más cercano. La cabeza visible de esta aportación científica al sueño de la inmortalidad es María Blasco directora desde 2011 del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, CNIO.
María es una de las mentes prodigiosas en este campo. Doctora en bioquímica y biología molecular por la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de la excepcional Margarita Salas del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Realizó su postdoctorado en Nueva York y ha sido investigadora del CSIC hasta su incorporación al CNIO bajo la dirección de Mariano Barbacid. Su especialidad son los telómeros y las telomerasas.
Una humanidad distópica buscando fuera del planeta Tierra
Parece que si ese es el escenario, las circunstancias para un planeta superpoblado pondrían en serio riesgo la vida en la tierra. En ese caso, las investigaciones deben ir dirigidas a buscar acomodo para la especie humana fuera de la tierra. Científicos como Stephen Hawking afirman que la humanidad dispone de 200 años para conseguirlo.