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Desde mi vegetarianismo los zombis son doblemente execrables: por alimentarse de sesos y por no dejarnos en paz. 
Cierto es que su lentitud y su falta de entendederas hacen a los muertos vivientes fácil presa de los vivos pero hay que admitir que son un incordio.
Por vicisitudes veraniegas tuve que editar este episodio con el garageband, del que ya no me acordaba prácticamente y tampoco tenía a mano los usuales bucles de presentación.
Para captar el sonido empleé mi antigua grabadora mono.
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Las que entraron en los últimos segundos eran mi suegra y mi mujer, de no haber sido así, hubiera retransmitido el combate. Solo la tensión del momento me hizo pedir socorro, que conste. 

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La transcripción extendida de cada episodio
junto a las fuentes originales que lo justifican
se encuentran en mi blog disienta.