Cuando Dios da profecías para sus hijos, no es con el propósito de anunciar simplemente lo que pasará en el futuro, sino con el propósito de compartir con ellos sus secretos, y hacerlos participantes volitivos de sus planes.
Cuando Dios da profecías para sus hijos, no es con el propósito de anunciar simplemente lo que pasará en el futuro, sino con el propósito de compartir con ellos sus secretos, y hacerlos participantes volitivos de sus planes.