La unión del jefe con sus tropas hasta la muerte misma, es un caso muy rara vez observado en la historia. Desde Leónidas en las Termopilas no había vuelto a repetirse hasta la Cancillería de Berlín. Generalmente el jefe de un Estado vencido dimite o se va al destierro; la unión parece siempre firme bajo los albores de la victoria, pero se esfuma impalpable en las sombrías horas de la derrota.