En este XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario la Liturgia nos coloca frente a la advertencia de que los que nos sentimos en la Iglesia como en nuestra casa no debemos dar por descontado el conocimiento que tenemos de Dios. El Señor nos invita a redescubrir que Él y solo Él es nuestro Dios. Él obra maravillas y nos hace pasar continuamente de la lepra del pecado a la vida nueva, pero nos lo recuerda sirviéndose de extranjeros que pasan por el camino de la humildad para llegar a una fe liberada de todo orgullo y capaz de mostrarse agradecida.