Experimentamos que conocer la vida del Señor nos ayuda a conocer la nuestra, pues muchas cosas se repiten. En nuestra vida –como en la del Señor– las cosas no ocurren por que sí.
Si meditáramos los misterios del Señor, encontraríamos luz para nuestra vida corriente. Nuestro paso por la tierra depende de la historia que hace siglos ocurrió en Palestina.