La mayoría de las personas que conozco dicen que no les gustan las matemáticas pero yo creo que principalmente es porque no se han podido enamorar de ellas, y esto es porque simplemente no han tenido una cita romántica con las matemáticas.
Así que sin más ni más, hablemos de mi romance con las matemáticas…
Cuando yo fui joven tuve la oportunidad de leer un libro que fue el que me enamoro de las matemáticas y tal vez por eso fue que me hice matemático, este libro es: “El hombre que calculaba”, pero antes de continuar y por si alguna persona me lo pregunta voy a dejar el link para poder descargar este libro desde mi página NUM3RUM en donde pueden ingresar en la sección recursos y de allí a la biblioteca y donde encontrarán el PDF del libro. De todas formas dejare el link en las notas del programa
“El hombre que calculaba” es el libro más famoso del autor Malba Tahan Fue un libro publicado en el año 1938 y está constituido por una serie de acertijos y juegos matemáticos que realizaba el árabe Beremis Shamir y son narrados por un Bagdali, así se les dice a los nacidos en Bagdag que conoció a Beremis cuando realizaba un viaje de a su ciudad natal.
Aunque la historia se desarrolla en el Medio Oriente, les tengo que contar que el autor de este libro realmente no es árabe sino brasilero, llamado Julio Cesar de Mello pero que usaba el Pseudonimo de Malba Tahan, quién utilizaba historias para enseñar matemáticas y de la influencia árabe en todo lo que es esta disciplina, escribió más de 50 libros siendo “El hombre que calculaba” el que alcanzó el top de las ventas y todavía al siglo 21 se encuentra dentro los 5 libros juveniles más vendidos en el mundo.
Y para ello pues el actor tuvo que aprender mucho de la cultura Arabe, de todo lo que era esa magia y ese encanto que tienen las historias del medio oriente, de los suntuosos palacios con salones llenos de oro y joyas, de los trajes de las bailarinas exóticas bordados a mano en oro y piedras preciosas relucientes, de los perfumes de los azahares cuando florecen en jardines bellamente cultivados, de todas estas maravillas del mundo oriental y como hilo conductor juegos matemáticos que asombran y a la vez despiertan nuestra mente. Pues bien, yo me sumergí en esa atmósfera que enamora a cualquiera, que fascina, que atrae y pues eso es lo que les quiero compartir hoy .
Nuestro protagonista también llamado “El calculista” era un joven que provenía de Persia iba rumbo a la ciudad de Bagdad a visitar unos familiares cuando nuestro narrador “El bagdalí” lo encuentra sentado sobre una piedra diciendo números enormes, cantidades de dos millones, un millón y medio, 4 millones y lo que estaba haciendo era contando las hojas de los árboles, le comenta al narrador que creció cuidando ovejas y para no perderlas aprendió a contarlas mientras estas se hallaban en movimiento y así poco a poco fue entrenando su mente en el cálculo.
Aquí quiero hacer énfasis en algo determinante y es que mucha gente piensa que la matemática es una aptitud con la que se nace, a lo cual lamento decirles que están muy equivocados, La matemática no es una aptitud, la matemática es una disciplina, y así como las personas que entrenan todos los días y hacen ejercicio para tener cierto estado físico o como el pianista que ensaya todos los días una pieza para aprender a dominarla con maestría, la matemática también es un ejercicio de práctica con el cual todos podemos algún día llegar a ser grandes calculistas. Así que la matemática tiene más parecido con la gimnasia del que todos creemos.
Volviendo al libro, nuestro amigo calculista demuestra grandes capacidades numéricas, y para ello en apenas el segundo capitulo nos trae un ejercicio que les voy a contar hoy. En una hermosa narrativa para que ustedes también se enamoren de los números.
El calculista y su amigo el narrador van de viaje hacia la ciudad de Bagdag cuando encuentran a tres hombres discutiendo al lado de un lote camellos.
"El inteligente Beremís trató de informarse de que se trataba.
- Somos hermanos –dijo el más viejo- y recibimos, como herencia, esos 35 camellos. Según la expresa voluntad de nuestro padre, debo yo recibir la mitad, mi hermano Hamed Namir una tercera parte, y Harim, el más joven, una novena parte.
No sabemos sin embargo, como dividir de esa manera 35 camellos, y a cada división que uno propone protestan los otros dos, pues la mitad de 35 es 17 y medio. ¿Cómo hallar la tercera parte y la novena parte de 35, si tampoco son exactas las divisiones?"
Por supuesto la mitad de 35 es 17 y medio, la tercera parte es 11,6 y la noven0a parte de 35 es 3,88. Pero sigamos el relato.
"- Es muy simple –respondió el “Hombre que calculaba”-. Me encargaré de hacer con justicia esa división si me permitís que junte a los 35 camellos de la herencia, este hermoso animal que hasta aquí nos trajo en buena hora"
Hablando del camello que ellos traían y que debía llevarlos a Bagdag.
"- Voy, amigos míos –dijo dirigiéndose a los tres hermanos- a hacer una división exacta de los camellos, que ahora son 36. Y volviéndose al más viejo de los hermanos, así le habló: - Debías recibir, amigo mío, la mitad de 35, o sea 17 y medio. Recibirás en cambio la mitad de 36, o sea, 18. Nada tienes que reclamar, pues es bien claro que sales ganando con esta división.
Dirigiéndose al segundo heredero continuó: - Tú, Hamed Namir, debías recibir un tercio de 35, o sea, 11 camellos y pico. Vas a recibir un tercio de 36, o sea 12. No podrás protestar, porque también es evidente que ganas en el cambio. Y dijo, por fin, al más joven: - A ti, joven Harim Namir, que según voluntad de tu padre debías recibir una novena parte de 35, o sea, 3 camellos y parte de otro, te daré una novena parte de 36, es decir, 4, y tu ganancia será también evidente, por lo cual sólo te resta agradecerme el resultado."
Claro hasta aquí solo vemos un acto de generosidad pero sin embargo es en el siguiente apartado donde nos damos cuenta de lo prodigioso del cálculo.
"Por esta ventajosa división que ha favorecido a todos vosotros, tocarán 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado (18 + 12 + 4) de 34 camellos. De los 36 camellos sobran, por lo tanto, dos. Uno pertenece, como saben, a mi amigo el “bagdalí” y el otro me toca a mí, por derecho, y por haber resuelto a satisfacción de todos, el difícil problema de la herencia."
Y así fácilmente en una narrativa llena de encanto nuestros personajes se ganaron un camello.
Debo admitir que cuando llegué a este punto tuve que interrumpir la lectura del libro y dure algunos días haciendo los cálculos correspondientes hasta entender porque nuestros protagonistas se habían ganado un camello. Lo que no imagine es que más adelante en la lectura iba a encontrar muchos problemas matemáticos más, tan atractivos como desafiantes, a la fecha de hoy lo he leído varias veces e incluso he aprovechado esta cuarentena para compartirlo de nuevo con mi sobrino.
Por supuesto que esto es solo el abrebocas de todo el tesoro que contiene este hermoso libro pero hoy los invito a que sean ustedes mismos quienes lo lean, lo disfruten y tengan una oportunidad de enamorarse de los números, como me paso a mí.
Sino no se enamoran, no pasa nada, pero al menos ya habrán tenido la oportunidad de tener una cita romántica con las matemáticas.
Les recuerdo que en la sección recursos de mi página web está el libro en formato PDF para descargar y disfrutar durante estos días de aislamiento.
Bueno, con esto me despido por hoy, muchas gracias por estar aquí, por llegar al final de este podcast, les recuerdo que pueden suscribirse a este podcast desde la app de Ivoox, o también pueden escucharme en Spotify, buscándome en ambos casos como “Hablemos de datos”. No olviden invitar a amigos y conocidos a escucharme y así hacer que esta comunidad crezca cada vez mas.
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Y pues nada, en el próximo episodio estaremos de nuevo…
“hablando de datos”, hasta entonces.
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