El egoísmo y la felicidad no van juntas; si todo es ‘yo’ ‘yo’ ‘yo’, uno se siente mal y hace a todo el resto miserable. Esta obsesión crónica con el yo desencadena en depresión, nos desconecta de la vida porque estamos absortos en resolver nuestro dolor sin poder ver al resto. Lamentablemente, nos vamos quedando solos, porque todo se trata de "mi" y nadie quiere estar acompañado de alguien que sólo se puede mirar el ombligo ¿no?.

A diferencia de los métodos tradicionales de análisis conceptual del "yo", en la tradición budista la felicidad se revela al no darle tanta importancia al yo. Le damos importancia para estudiarlo a través de la meditación pero no para identificarnos. Nuestra naturaleza no es el "yo". Nuestra naturaleza es pura consciencia despierta y luminosa que yace debajo de todas las identificaciones que nos hemos asignado.