Tras la caída de Pedro Castillo, la vicepresidenta Dina Boluarte asume el gobierno. De inmediato comienzan las protestas en todo el país, incluyendo Apurímac, la tierra de la nueva presidenta. Ante el rechazo generalizado, la respuesta del Estado es enviar a las Fuerzas Armadas para reprimir a lxs manifestantes con bombas lacrimógenas y armas de fuego.

Así comienza el estallido social peruano, en medio de civiles y menores de edad asesinados por el Estado.