El dolor es una señal de estar vivos. Nadie nos enseña que hacer con los golpes que la vida nos da. Nos han inculcado a ser fueres, a veces casi de hierro, a esconder lo que sentimos, y como si esto fuera poco ahora se suma el mandato de la eterna felicidad, de la sonrisa inmotivada y permanente, del estar siempre bien y del tu puedes.