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Al segundo episodio de mi podcast ✨

En este segundo episodio de Alquimia Poética, comparto contigo un escrito que no es un poema más: es un manifiesto.

He decidido retirarme del ruido para abrazar por completo mi vida creativa. Esta no es una despedida, sino una semilla: un pacto con lo invisible, una promesa de vivir con autenticidad.

Si alguna vez has sentido que tu alma te susurra que hay algo más, algo más verdadero, este episodio es para ti.

Desde hace algunas semanas he comenzado a escuchar una voz. No se trata de un mandato, ni de una revelación. Es una intuición constante que me susurra al oído izquierdo:

Ya es hora de retirarte. Llegó la hora de recordar. >

No estoy hablando de un escape ni de rechazar la vida. Hablo de volver a ella: me retiro del ruido, no del mundo.

Cuando alguien se retira, muchos suponen que huye. Estas fueron, de hecho, las preguntas que me hizo mi madre cuando se lo conté:

Pero no huyo, me exilio por elección. Me retiro al fuego lento de una cabaña, a los cuencos que hierven plantas, a las palabras que nacen sin prisa, a la escritura como puente, no como performance.

¿Qué es, en verdad, el mundo?

¿Ese que impone horarios, facturas y máscaras? ¿O el que respira entre ramas, arte y silencios?

El mundo real no grita, no exige, no mide productividad. El mundo real se abre cuando cierras los ojos y escuchas el terremoto de tu alma. Esa sacudida es más real que las mil notificaciones.

¿Vivir una vida normal?

Nunca pude. Y ahora comprendo que jamás debí intentarlo. No fui hecho para oficinas ni para “domingos de descanso”, ni para parecer funcional mientras el espíritu se asfixia.

No vine a encajar: Vine a despertar, a recordar, a cantar desde el bastidor que difumina las dimensiones.

A mis padres, a quienes amo hasta los huesos: No busco causarles dolor, pero no puedo vivir una mentira solo para calmar sus miedos.

Los honro al seguir la voz auténtica que sembraron en mí. Al ser un hombre realizado, crecido a partir de sus enseñanzas. Los amo desde esta lejanía encendida.

A ustedes, que leen: No me estoy alejando de ustedes, me estoy acercando a mí. Y al hacerlo, les comparto el canto que surge:

No responderé a los ritmos del mercado, sino al ritmo que mi alma me señale. No me verán en la feria del ruido, pero me hallarán donde brota el silencio fértil.

Este no es un adiós, es un manifiesto de exilio sagrado. Un pacto con lo invisible. Una promesa de presencia, aunque a distancia.

Seguiré aquí… pero ahora desde el agua, desde el bosque, desde las brasas de mi fogata, desde la palabra encarnada.