En este pasaje vemos la profecía de Amos sobre las naciones vecinas de Israel.
Dios les tuvo mucha paciencia a estas naciones, pero su paciencia tenía un límite.
Los pecados de estas naciones eran pecados de lesa humanidad y estaban relacionados con la maldad y el odio contra otros seres humanos.
Nuestro más grande temor debería ser perder el temor de Dios.
No nos confiemos porque nuestro pecado aún no ha sido castigado, la paciencia de Dios nos debe llevar hacia el arrepentimiento.