Puede parecer un detalle menor: te sientas encorvado en la silla, bajas la cabeza, cruzas los brazos… Pero, ¿y si esos gestos físicos estuvieran influyendo más de lo que crees en tu estado de ánimo? Durante décadas, la psicología y la neurociencia han explorado el vínculo entre el cuerpo y la mente. Y cada vez hay más evidencia de que la forma en que te sientas, te paras o caminas puede modificar tu humor, tu autoestima y hasta tu rendimiento cognitivo.