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En esta entrega de nuestra Bitácora de un Adulto Frustrado, apenas arrancábamos con nuestras quejas cuando una interrupción tierna, inesperada y regañona nos sacó una buena carcajada y nos puso en nuestro lugar. Pero no se preocupen, nos recuperamos rápido para seguir quejándonos como se debe: de jefes que no valoran nada, del redondeo en tiendas que promete ayudar pero quién sabe, y de la eterna duda entre calidad o cantidad en la ropa. También nos burlamos (con envidia, claro) de esas apuestas millonarias que parecen inventadas solo para que los ricos no se aburran.
By Irving PeñaEn esta entrega de nuestra Bitácora de un Adulto Frustrado, apenas arrancábamos con nuestras quejas cuando una interrupción tierna, inesperada y regañona nos sacó una buena carcajada y nos puso en nuestro lugar. Pero no se preocupen, nos recuperamos rápido para seguir quejándonos como se debe: de jefes que no valoran nada, del redondeo en tiendas que promete ayudar pero quién sabe, y de la eterna duda entre calidad o cantidad en la ropa. También nos burlamos (con envidia, claro) de esas apuestas millonarias que parecen inventadas solo para que los ricos no se aburran.