La gran apuesta que Cristo nos hace es el de mejorar día a día sin aburguesarnos en el estado de confort donde creemos que, sólo con un par de ceremonias personales y
liturgias, podemos llegar a alcanzar la gracia plena de Dios sobre nosotros. Él sabe de nuestro potencial y es por eso que nos desafía a ser mejores y mirar la perfección en
nosotros como el aspiracional que debemos alcanzar. Cuando conocemos a Cristo pasamos a ser diferentes al estándar. Con origen en el latín perfectus, la palabra perfecto describe a la cosa, organismo o individuo que reúne el más alto nivel posible de excelencia en relación a los demás elementos de su misma especie o naturaleza.
Por tal motivo, ese desafío nos lleva a ocuparnos en, no hacer lo que nos resulta fácil o hacen aquellos que no conocen a Jesús, sino que nos motiva a pelear por algo mayor / distinto, donde SU gloria se vea manifestada. Nuestro estándar es superior al del promedio.