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¿Alguna vez te has sentido como Pedro, momentáneamente caminando sobre las aguas de la fe, solo para comenzar a hundirte cuando el rugido de las olas captó tu atención? Este poderoso mensaje nos transporta a la cuarta vigilia de la noche, ese momento oscuro justo antes del amanecer, cuando Jesús apareció caminando sobre las aguas mientras sus discípulos luchaban contra la tormenta.

Descubrimos una perspectiva refrescante sobre Pedro, a quien muchos critican por su falta de fe. Sin embargo, ¿no deberíamos admirar que de todos los discípulos, solo él tuvo el valor de salir de la barca? Solo él reconoció al Maestro entre la tempestad y se atrevió a caminar sobre las aguas turbulentas. Su momentánea duda no eclipsa su extraordinario acto inicial de fe.

Esta reflexión nos sumerge en la naturaleza de nuestras batallas espirituales, recordándonos que no luchamos contra carne y sangre, sino contra principados y potestades de las tinieblas. El enemigo es astuto, usando la mentira, la tentación y el desánimo para alejarnos de la verdad. Pero la victoria ya está ganada: Cristo triunfó sobre estas fuerzas en la cruz. A través del Espíritu Santo, tenemos el discernimiento para reconocer los engaños y el poder para resistirlos. Y cuando caemos, como inevitablemente ocurre, Dios no nos deja postrados sino que nos extiende su mano para levantarnos.

¿Estás enfrentando tormentas en tu vida? No luches con tus propias fuerzas. Fija tu mirada en Cristo, no en las olas amenazantes. Y antes de presentarte ante Dios, reconcíliate con aquellos con quienes tienes conflictos. Humíllate, extiende tu mano hacia el Salvador y permite que Él te levante una vez más. Su fidelidad es eterna, y en Él, siempre encontrarás la fuerza para caminar sobre las aguas de la vida.

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Paz...