Había una vez un niño llamado Carlos Paz, un pequeño aventurero lleno de energía y curiosidad. Carlos era conocido por su valentía y su espíritu intrépido, siempre dispuesto a explorar nuevos territorios en su imaginación. Un día, mientras jugaba en su sala de estar, Carlos notó una lámpara colgante que parecía una liana esperando ser descubierta. Sin pensarlo dos veces, decidió lanzarse desde el sofá hacia la lámpara, imaginando que era Tarzán en la selva. Con agilidad y destreza, Carlos se balanceaba de un lado a otro, como un verdadero aventurero en busca de emociones. Cada movimiento llenaba la habitación con risas y alegría, mientras Carlos se imaginaba explorando tierras lejanas y enfrentando peligros imaginarios. Sin embargo, el peso y la fuerza del niño eran demasiado para la lámpara, que no estaba preparada para semejante desafío. Con un crujido, la lámpara finalmente cedió y se estrelló contra el suelo, llevándose a Carlitos en su caída. Afortunadamente, tanto la lámpara como Carlos salieron ilesos de su aventura fallida. Pero la lección había sido aprendida: a veces, nuestras travesuras pueden tener consecuencias inesperadas. Eso no detuvo a Carlos, quien continuó explorando y creando historias emocionantes en su mente. Desde aquel día, Carlos se convirtió en un niño más cauteloso pero igualmente imaginativo. Sus aventuras se trasladaron a las páginas de los libros que encontraba en la mesa de la sala. Con cada historia que leía, su imaginación volaba aún más alto, llevándolo a mundos desconocidos y llenos de magia. Carlos Paz, el intrépido aventurero de la sala de estar, se convirtió en un niño que vivía mil vidas a través de las páginas de los libros. Y aunque su travesura con la lámpara había sido un pequeño tropiezo, no hizo más que alimentar su sed de exploración y su amor por las historias. Así es como Carlos Paz se convirtió en un niño trabajador de la imaginación, siempre en busca de nuevas aventuras y dispuesto a aprender de cada experiencia. Y aunque su sala de estar volvió a estar en orden, su mente siempre estuvo lista para embarcarse en el próximo gran cuento.José Pardal
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