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El tiempo parece haberse detenido en Villa de Leyva. Camino por callejuelas empedradas flanqueadas por edificios coloniales encalados, hasta llegar a la inmensa Plaza Mayor. El aire huele a riqueza intelectual, histórica, creativa y cultural en Villa, una ciudad que conserva vestigios de su pasado colonial en su arquitectura. Una mujer con el pelo negro y brillante y un hombre con chaleco están sentados en uno de los grandes bancos de piedra justo enfrente de la entrada de la Casa Museo Luis Alberto Acuña. Están charlando y acariciando al juguetón perro negro que se esparce por las pesadas puertas de madera que enmarcan la entrada del Museo.
El tiempo parece haberse detenido en Villa de Leyva. Camino por callejuelas empedradas flanqueadas por edificios coloniales encalados, hasta llegar a la inmensa Plaza Mayor. El aire huele a riqueza intelectual, histórica, creativa y cultural en Villa, una ciudad que conserva vestigios de su pasado colonial en su arquitectura. Una mujer con el pelo negro y brillante y un hombre con chaleco están sentados en uno de los grandes bancos de piedra justo enfrente de la entrada de la Casa Museo Luis Alberto Acuña. Están charlando y acariciando al juguetón perro negro que se esparce por las pesadas puertas de madera que enmarcan la entrada del Museo.