Tiene 39 años, lleva prácticamente toda su vida en Valdeande, es profesor de Geografía e Historia en un instituto de Aranda de Duero y atesora una historia de orgullo rural con mayúsculas. La fórmula de Eduardo para revitalizar los pueblos combina una vuelta a las raíces, a la esencia, con unas cuantas dosis de sencillez. Es decir, disfrutar de los placeres baratos. “Que un niño vea como crece el cereal y disfrute”, señala. Porque si algo tiene claro es que gran parte de la verdad y la belleza se encuentran en la naturaleza y las zonas rurales.