Cuando, en el año 51 a.C., Cleopatra llegó al poder, Egipto respiraba tiempos inciertos. Era un reino exhausto, como un león herido que aún ruge con orgullo ancestral.
El padre de Cleopatra, Tolomeo XII, un monarca débil, obeso y complaciente, había dilapidado las arcas reales en banquetes y sobornos a senadores romanos para mantener su corona.
Su muerte, dejó una situación muy compleja que solo un gran gobernante podría encauzar.