Una gran parte de las personas que realizan exposiciones en público no está presente en lo que hacen. Son cuerpos deshabitados. Se convierten en cerebros racionales tratando de lanzar ideas y de no olvidar ningún punto.
Esto no ayuda a conectar con la audiencia, no ayuda a disfrutar de lo que uno hace, no ayuda a fluir en la manera de comunicar. Más bien todo lo contrario, la comunicación se vuelve tacaña en palabras, gestos, en actitud…